UNA MÁRTIR


UNA MÁRTIRy muebles voluptuosos,

de mármoles, pinturas, ropas perfumadas,

que arrastran los pliegues suntuosos,



en una alcoba tibia como en un invernadero,

donde el aire es peligroso y fatal,

donde lánguidas flores en sus ataúdes de cristal

exhalan su suspiro postrero,



un cadáver sin cabeza derrama, como un río,

en la almohada empapada,

una sangre roja y viva, que la tela bebe

con la misma avidez que un prado.



Parecida a las tétricas visiones que engendra la oscuridad

y que nos encadenan los ojos,

la cabeza, con la masa de su crin sombreada,

y de sus joyas preciosas,

en la mesilla de noche, como una planta acuática,

reposa, y, vacía de pensamientos,

una mirada vaga y blanca como el crepúsculo

escapa de sus ojos extraviados.



En el lecho, el tronco desnudo, sin pudor,

en el más completo abandono, muestra

el secreto esplendor y la belleza fatal

que la naturaleza le donó.



Una media rosada, adornada con hilo de oro, en la pierna

ha quedado cual recuerdo.

La liga, al igual que un ojo secreto que llamea,

lanza una mirada diamantina.



El singular aspecto de esta soledad

y de un gran retrato voluptuoso,

de ojos provocativos como su actitud

revela un amor tenebroso,



una culpable alegría y fiestas extrañas,

llenas de besos infernales,

que regocijarán a los ángeles malos

nadando entre cortinas y chales.



Sin embargo, al ver la esbeltez elegante

del hombro y su trazo quebrado,

la cadera levemente afilada, y la cintura ágil

lo mismo que un reptil irritado, se advierte

que ella es joven aún. —Su alma exasperada

y sus sentidos mordidos por el tedio,

¿se habían entregado a la jauría enfurecida

de deseos errantes y perdidos?



El hombre vengativo al que no pudiste, viviendo,

a pesar de tanto amor, aplacar,

¿sació en tu carne, inerte y complaciente,

toda la inmensidad de su deseo?



¡Responde, cadáver impuro! ¿Por tus rígidas trenzas

te levantó con brazo febril?

Dime, cabeza horrible, ¿en tus fríos dientes

hay aún sus últimos adioses?



—Lejos del mundo burlón, lejos de la multitud impura,

lejos del magistrado curioso,

duerme en paz, duerme en paz, extraña criatura,

en tu sepulcro misterioso;

tu esposo corre el mundo, y tu forma inmortal

vela junto a él cuando duerme;

lo mismo que tú sin duda te será fiel

y constante hasta la muerte.

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