Mendigo al final del tiempo
Los hombres se hundían en el pastoso miedo hasta mucho más
arriba de la cintura. Ignominia: se descalificaba como
utópicos a quienes todavía hablaban de preservar la vida.
La naturaleza había dejado de proporcionar símiles
aprovechables en lírica o en execración. De noche, a
pesar de la insufrible propaganda, en ninguna parte se
encendía realmente farol ni candela. Barría el páramo un
duro viento astado de vergüenza y de desolación
'MI MADRE', por Luis Enrique Ibáñez
Hace 1 semana
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