DEMÉTER Y PERSÉFONE


Zeus la pretendía sin escrúpulo alguno sabiendo que era su hermana, sin embargo Deméter lo rechazaba firmemente; al ser rechazado por ella, Zeus recurrió a uno de sus viejos trucos de conquista: se transformó en un enorme y hermoso toro blanco, habiendo hecho esto Zeus se unió a Deméter, dejándola embarazada. Producto de esto nació Koré (Perséfone), “la niña más inocente”.
Esta historia se repite con Poseidón; Deméter, para evadirlo se convirtió en una yegua y se dispuso a pastar en los pastizales de un rey, cerca de las caballerizas, mas un majestuoso caballo entró de improviso y la sedujo; de esta manera Poseidón logró poseerla, de esa unión nacieron los caballos que tiraron del carro que llevaba al dios Ares.
Koré (Perséfone), la hija fruto de la unión entre Zeus y Deméter, junto a otras doncellas vírgenes paseaban en un bello jardín repleto de lirios y narcisos; mientras la niña observaba los narcisos, Hades, llegó ahí y la raptó de forma violenta, en ese momento la inocente niña conoció el dolor y el horror, dejó de ser Koré para ser Perséphone, “la que dice el horror”.
El dolor que se produjo al perder a su hija convirtió a Deméter en una implacable castigadora. (Fuente: dediosesygriegos.wikispaces.com)


El pelo de Deméter era amarillo como el maíz maduro 
del que era señora, pues ella era el Espíritu de la cosecha, la diosa de los campos sembrados y del grano creciente. El sueño roturado era su espacio sagrado. Las mujeres, los primeros seres labradores en el mundo (mientras los hombres se lanzaban al sangriento clamor de la cacería y la guerra), eran sus devotas naturales y le cantaban: "Sea nuestro oficio separar el trigo de la paja bajo alguna ráfaga de viento, escarbar con la ventadora por entre las pilas de maíz de Deméter mientras ella está ahí de pie entre nosotras, sonriendo, sus brazos morenos cargados de gavillas, sus amplios pechos adornados con flores del campo".
Deméter tuvo solo una hija, y no necesitó otra, pues Perséfone era el Espíritu de la primavera. El Señor de las sombras y la muerte, Hades, el Invisible, se la llevó por entre una grieta de la tierra en su veloz carroza negra, tirada por inmensos corceles del color del carbón, hacia el fondo de los reinos de la muerte. Durante nueve días, Deméter anduvo por tierra, mar y aire buscando a su hija, lamentándose, pero ninguno se atrevía a decirlo lo que había sucedido; solo el Sol, que había visto todo. Con la ayuda de Zeus, la madre recuperó a su hija; pero Perséfone, ante la insistencia de Hades, ya había ingerido tres granos de granada, el alimento de los muertos, y esto significaba que ella tenía que regresar donde Hades. Al final, se pactó una especie de tregua. Perséfone podía retornar donde su atribulada madre pero debía permanecer un tercio de cada año con el Señor de la noche. Así, durante los cuatro meses anuales cuando muere la diosa de la primavera, en su descenso a las tinieblas, el invierno irrumpe en el mundo. Y, entonces, cuando retorna del reino de la oscuridad. Perséfone impacta siempre a los seres terrenales con algo del pavor y de los olores propios de la tumba.
(fuente: Navegando por el mar de vino, Thomas Cahill)






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