LA SEÑORITA DE TRÉVELEZ de Carlos Arniches (fragmento)

ACTO SEGUNDO, ESCENA V


Numeriano Galán; luego, Florita.

NUMERIANO. (Cae desfallecido sobre un banco.)
- ¡Ay, Dios mío! Bueno; yo hace quince días que no duermo, ni como, ni vivo... ¡Y yo que nunca he debido un céntimo, me he hecho hasta tramposo!... Porque entre los dos perros y el marco, que lo estoy pagando a plazos, se me va la mitad del sueldo. ¡Qué cuadrito!... Don Gonzalo le llama “la mancha”, pero quia. Es muchísimo más grande. La Mancha y la Alcarria, todo junto. ¡No le he puesto más que un listón alrededor y me ha subido a veinticinco duros!... ¡Ay!, yo estoy enfer­mo, no me cabe duda. Tengo dolor de cabeza, inquietud, espasmos nerviosos; porque además de todo esto, esa mujer me tiene loco. Es de una exaltación, de una vehemencia y de una fealdad que consternan. Y luego tiene unas indirec­tas... Ayer me preguntó si yo había leído una novela que se titula “El primer beso”, y yo no la he leído; pero aunque me la supiera de memoria... ¡Esas bromitas, no! Y para colmo, habla con un léxico tan empalagoso, que para estar a su altura me veo negro. Aquí me he venido huyendo de ella... Aquí, siquiera por unos momentos, estoy libre de esa visión horrenda, de esa visión...

FLORITA. (Apartando el ramaje del fondo de la fuente, asoma su cara risueña y dice melodiosamente.)
- ¡Nume!

NUMERIANO.(Levantándose de un salto tremendo. Aparte.)
- ¡Cuerno!... ¡La visión!

FLORITA.
- Adorado Nume.

NUMERIANO. (Con desaliento.)
- ¡ Florita!

FLORITA.(Saliendo, lo mira.)
- ¡Pero cuán pálido! ¡Estás in­coloro! ¿Te has asustado?

NUMERIANO. (Desfallecido.)
- Si me sangran, no me sacan un coágulo.

FLORITA.
- Pues yo, errabunda, hace un rato que de un lado a otro del parterre vago en tu busca, ¿Y tú, amor mío?

NUMERIANO.
- ¡Yo vago también; pero más vago que tú, me había sentado un instante a delectarme en la contemplación de la noche serena y estrellada!...

FLORITA.
- ¡Oh Nume!... Pues yo te buscaba.

NUMERIANO.
- Pues si yo sé que me buscas, te juro que corro, que corro a tu encuentro.

FLORITA.
- Y dime, Nume: ¿qué hacías en este paradisíaco rincón?

NUMERIANO.
- Rememorarte. (Aparte.) Con más elegancia, ni D'Anunzzio.

FLORITA.
- ¡Ah Nume mío, gracias, gracias! ¡Ah, no puedes suponerte cuánto me alegro encontrarte en este lugar recón­dito!

NUMERIANO.
- Bueno; pero, sin embargo, yo creo que debíamos irnos, porque si alguien nos sorprendiera arrinconados y extá­ticos, podía macular tu reputación incólume, y eso molesta­ríame.

FLORITA.
- ¿Y qué importa, Nume?... ¡La felicidad es un pá­jaro azul que se posa en un minuto de nuestra vida y des­pués levanta el vuelo, y Dios sabe en qué otro minuto se volverá a posar!

NUMERIANO.
- Sí ; pero figúrate que ahora viene el pájaro y se posa; pero luego pasa uno y nos lo espanta y encima lo divulga, y ¿qué pasa? Pues que te pesa. Hay que estar en todo. (Intenta irse.)

FLORITA. (Deteniéndole.)
- Nume, no seas tímido. La dicha es efímera. Siéntate, Nume.

NUMERIANO.
- No me siento, Florita. (Aparte.) ¡A solas la tengo pánico!

FLORITA.
- Anda, siéntate, porque quiero en este rincón de en­sueño pedirte una revelación... (Le obliga a sentarse.)

NUMERIANO.
- ¡Una revelación!... Bueno; si eres rápida y sin­tética, atenderéte ; pero si no, alejaréme. Habla.

FLORITA.
- Vamos a ver, Nume, con franqueza: ¿por qué te he gustado yo?

NUMERIANO.
- Por nada.

FLORITA.
- ¿Cómo?

NUMERIANO.
- Quiero decir que no me has gustado por nada y... me has gustado por todo. Te he encontrado...

FLORITA.
-¿Qué?... ¿Qué?...

NUMERIANO.-Te he encontrado un no sé qué..., un qué sé yo..., un algo así, indefinible; un algo raro. ¡Raro, esa es la pa­labra!

FLORITA.
- Bueno; ¿qué te han gustado más, los ojos, la boca, el pie?

NUMERIANO.
- Ah, eso, no, no...; detallar, no he detallado. Me gustas en globo, vamos...

FLORITA.
- ¡En globo! ¡Qué concepto tan elevado!

NUMERIANO.
- Sí; elevadísimo; lo más elevado posible..., como corresponde a mi admiración.

FLORITA.
- ¡Ah Nume mío, gracias, gracias!

NUMERIANO.
- No hay de qué.

FLORITA.
-Y dime, Nume, una simple pregunta: ¿tú has visto por acaso en el “cine” una película que se titula “Luchando en la oscuridad”?

NUMERIANO.
- ¿En la oscuridad?... No; yo en la oscuridad no he visto nada.

FLORITA.
- ¡Lo decía, porque en una de sus partes hay una escena tan parecida a ésta!

NUMERIANO. (Aterrado.)
- ¿Sí? (Intenta levantarse. Ella le de­tiene.)

FLORITA.
- Es un jardín. Un rincón poético, una fontana rumo­rosa, la luna discreta, dos amantes apasionados...

NUMERIANO. (Con miedo creciente.)
- ¡Qué casualidad!

FLORITA.
- De pronto los amantes, yo no sé por qué, se miran, se prenden de las manos, se atraen.

NUMERIANO. (Aparte.)
- ¡Cielos!

FLORITA.
- Y un beso une sus labios; un beso largo, prolon­gado; uno de esos besos de “cine”, durante los cuales todo se atenúa, se desvanece, se esfuma, se borra, y... aparece un letrero que dice “Milano Films”. Pues bien, Nume: ese final...

NUMERIANO.
- ¡No, no...; jamás..., Florita! Cálmate o pido socorro... No quiero dejarme llevar de la embriaguez. ¡Yo no llego al Milano ni aunque me emplumen!...

FLORITA.
- ¡Pero, Nume mío!...

NUMERIANO.
- No, Flora; hay que hacerse fuertes... Vámonos, vida mía. Vámonos o llamo. (Se escucha planísimo el vals de “Eva”.)

FLORITA. (Exaltada.)
- Espera..., atiende... ¡Oh, esto es un pa­raíso! ... ¿No escuchas?

NUMERIANO.
- Sí ; el vals de “Eva”.

FLORITA.
- ¡Delicioso!

NUMERIANO.
- Delicioso; pero vámonos.

FLORITA.
- ¡Divina, suave, enloquecedora melodía de amor! ¿Quieres que nos vayamos como en las operetas?...

NUMERIANO.
- Vámonos, y vámonos como te dé la gana.

FLORITA.-¡Oh Nume!... (Se van bailando el vals.)

NUMERIANO.
- ¡Por Dios, Florita, no aprietes, que congestionas! (Hacen mutis bailando. Vanse por la izquierda.)


Carlos Arniches
La señorita de Trevélez, 1910

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