En el
cielo, velado de improviso,
la banda fugitiva se diseña (Tal mi vida: crepúsculo indeciso, donde entre un fondo de dolor, diviso alejarse una tímida cigüeña...) |
Míralas...
Su fatal melancolía
se disuelve en el raso de los cielos, y al verlas agitarse se diría que son como fantásticos pañuelos con que al morir nos dice adiós el día. |
Las garzas
me enamoran... Son lo que huye,
lo intocado, que vuela y se evapora; y como tras su marcha soñadora un cansancio infinito se diluye, el vuelo de las garzas me enamora... |
En los
lagos dormidos entre brumas,
cuando abre sus párpados la Aurora, bajo la nieve casta de sus plumas son el alma de luz de las espumas y su blancor entonces me enamora... |
Por no sé
qué lejano simbolismo
sobre el escombro que el verdín colora, la garza, pensativa, rememora el alma misteriosa del mutismo y entonces su silencio me enamora... |
Cuando al
morir la tarde se derraman
mientras el Sol el infinito dora, recuerda la bandada voladora los sueños de las vírgenes que aman y su inquietud entonces me enamora... |
Las garzas
me enloquecen... Su blancura,
su mudez, el dolor que las aqueja, me empujan a quererlas con ternura... Yo tengo la infinita desventura de amar lo que se va, lo que se aleja... |
Pero yo
amo las garzas porque existe
un amable recuerdo en mi memoria... Es el tuyo: tú fuiste blanca y triste, y volando, en silencio, te perdiste, en el cielo sin nubes de mi historia. |
http://en.wikipedia.org/wiki/Ricardo_Mir%C3%B3
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