SONETO Nº 1
Estamos en guerra y el camino es complicado.
Tú, que compartes conmigo los senderos nuestros
El ancho o estrecho, el llano y el empinado
Aleccionados nosotros dos y ambos maestros

Y los dos con el mismo objetivo y huyendo
Conoce lo que yo sé: No es, pues, ese polo
Más que el camino, de forma que uno cayendo
Y el otro dejando caer, obstinado sólo

Por llegar al final, éste desapareciera
¡Jamás reconocible ni en donde preguntar!
Después de que un tanto jadeante anduviera

Lleno de sudor en la sala quedaría.
Para decírtelo ante tal piedra miliar
Encargare´a la musa de la poesía



INSOMNIO

Tú y tu desnudo sueño. No lo sabes.
Duermes. No. No lo sabes. Yo en desvelo,
y tú, inocente, duermes bajo el cielo.
Tú por tu sueño y por el mar las naves.

En cárceles de espacio, aéreas llaves
te me encierran, recluyen, roban. Hielo,
cristal de aire en mil hojas. No. No hay vuelo
que alce hasta ti las alas de mis aves.

saber que duermes tú, cierta, segura
-cauce fiel de abandono, línea pura-,
tan cerca de mis brazos maniatados.

Qué pavorosa esclavitud de isleño,
yo, insomne, loco, en los acantilados,
las naves por el mar, tú por tu sueño.

Alondra de verdad (1941). Gerardo Diego






EL DISCÓBOLO DE MIRÓN

Mirón nació en Eleuteras, ciudad situada entre el Ática y Beocia, trabajó fundamentalmente con el bronce. Las fuentes literarias le atribuyen gran cantidad de obras, pero la más famosa era una vaca de bronce expuesta en la Acrópolis que podía confundirse con una vaca real.
El Discóbolo es una obra del siglo V A.C., entre los años 460-450. El estilo es griego clásico y está realizada mediante fundición en bronce. 
COMPOSICIÓN:
El artista imprimió un gran dinamismo al cuerpo del Discóbolo, eligiendo el momento en  que el atleta sitúa el disco hacia atrás, paso previo e inmediato al enderezamiento de su cuerpo para lanzarlo.
El objetivo de Mirón no era ser fiel a la realidad; de hecho, la postura responde más a la impresión de movimiento que quería trasmitir que a la posición real que adoptaban los lanzadores de disco. Este artista realizó un gran esfuerzo por distanciarse del hieratismo de la época arcaica y se convirtió en el escultor del movimiento.
Mirón dedicó especial atención al estudio de la tensión entre las diversas formas geométricas que configuran el cuerpo. La composición del Discóbolo está pensada a partir de triángulos y curvas: la cabeza, las caderas y los pies formas una media circunferencia que se opone -en un equilibrio precario, responsable en gran parte de la sensación de movimiento- a la otra media circunferencia que dibujan los brazos extendidos: el derecho, hacia atrás, para coger impulso, y el izquierdo, apoyado sobre la rodilla derecha. También es apreciable una línea dinámica en forma de zigzag que va del disco hasta la parte derecha de la espalda, de ésta a la cadera, de la cadera a la rodilla y de la rodilla al pie levantado.
Además de utilizar complicadas formas geométricas para dinamizar la figura, Mirón consiguió el extraordinario ritmo del Discóbolo al representar los rasgos más característicos del cuerpo de un individuo según el modelo de los antiguos egipcios. Así, como se observa en las pinturas egipcias, el torso es visto frontalmente, mientras que piernas y brazos se plasman de perfil.
CONTENIDO
El Discóbolo representa a un joven en su máxima plenitud física -ilustra el ideal atlético de la época- a punto de lanzar el disco.
El mérito del artista reside en el hecho de haber elegido un modelo humano en una actitud que hiciera creíble y natural la postura forzada. A pesar de ello, si alguien intentara lanzar el disco partiendo de esta postura, lo que conseguiría es que éste le cayera a los pies, ya que la escultura fue hecha para crear la ilusión de movimiento y no para mostrar la técnica de los lanzadores de la época.
Luciano, escritor griego del siglo II d.C, describió la obra: " encorvado en la postura de quien se prepara a lanzar, vuelto hacia la mano que sostiene el disco y doblando un poco la otra rodilla, como dispuesto a levantarse y lanzar". Por esta cita sabemos que la única copia romana del Discóbolo conservada con la cabeza correcta es la conocida como copia Lancelotti del Museo Romano delle Terme, hecha en mármol.
El Discóbolo supuso un avance decisivo en el estudio del movimiento, de la tensión muscular y de la integración de la figura en el espacio. Pero todos estos logros estuvieron regidos por el principio de la plástica clásica: la frontalidad del punto de vista.
Los escritores antiguos reconocieron el empeño de Mirón por reproducir la realidad, captar el movimiento, buscar nuevas formas y respetar la simetría, pero censuraron su desinterés por los aspectos emocionales y la obsesión por los detalles superficiales.
El Discóbolo pertenece a la época del Clasicismo inicial y, en consecuencia, aún muestra algunas características del periodo arcaico: la cabeza conserva reminiscencias de la inmovilidad del estilo anterior, la sonrisa se parece todavía a la expresión característica de los kouroi y los cabellos semejan un casco de pequeños rizos uniformes.
El original (perdido), era de bronce. Esta técnica permitió a Mirón plantear figuras metálicas en posiciones de difícil equilibrio, mientras que a las copias de mármol había que añadirles soportes para evitar que se rompieran.

DETALLES
  • Movimiento: Lo que hace a esta escultura diferente a las demás es que aquí se empieza a romper con la frontalidad. El movimiento se ve sobre todo en el momento que se retrata; es el momento de concentración para lanzar el disco, donde las articulaciones se flexionan.
  • Arcos: El movimiento lo generan sobre todo dos arcos imaginarios. Uno va de los hombros, cabeza y llega hasta el pie levantado; otro va desde la cabeza, por la espalda hasta el otro pie. Son líneas curvas, lo que producen un gran dinamismo.
  • Anatomía: Como toda escultura griega clásica que se precie, hay un profundo estudio de la anatomía.
  • Cara: Aunque en el cuerpo se intenta dar movimiento, en la cara aún encontramos signos de frontalidad e hieratismo. Su cara no responde al esfuerzo que refleja el cuerpo, siendo un rostro sereno, vacío de sentimiento.
  • Discóbolo: El discóbolo significa el Lanzador de disco. Algunos teóricos afirman que este lanzador era Hyakinthos, atleta griego del que se había enamorado Apolo y que había asesinado con un disco.
  • Color: Aunque muchos no lo piensen, la mayoría de la escultura y la arquitectura griega que ha llegado a nosotros en blanco inmaculado, originariamente estaba policromada con colores vivos.




"Desnudo sentado", 2001, de Jacob Collins




DESNUDO

Blancos, rosas... Azules casi en veta,

retraídos, mentales.
Puntos de luz latente dan señales
de una sombra secreta.
Pero el color, infiel a la penumbra,
se consolida en masa.
Yacente en el verano de la casa,
una forma se alumbra.
Claridad aguzada entre perfiles,
de tan puros tranquilos
que cortan y aniquilan con sus filos
las confusiones viles.
Desnuda está la carne. Su evidencia
se resuelve en reposo.
Monotonía justa: prodigioso
colmo de la presencia.
¡Plenitud inmediata, sin ambiente,
del cuerpo femenino!
Ningún primor: ni voz ni flor. ¿Destino?
¡Oh absoluto presente!



Sobre este poema: 

MARINA, JULIÁN DEL CASAL

                       MARINA
Náufrago bergantín de quilla rota,
mástil crujiente y velas desgarradas,
írguese entre las olas encrespadas
o se sumerge en su extensión ignota.

Desnudo cuerpo de mujer que azota
el viento con sus ráfagas heladas,
en sudario de espumas argentadas
sobre las aguas verdinegras flota.

Cuervo marino de azuladas plumas
olfatea el cadáver nacarado
y, revolando en caprichosos giros,

alza su pico entre las frías brumas
un brazalete de oro, constelado
de diamantes, rubíes y zafiros
   Julián del Casal, Antología de poesía modernista

En “Marina”, Julián del Casal escribe sobre la imposibilidad de descubrir y entender todo en el mundo natural. Él describe un naufragio con imágenes de un barco completamente destruido con cuerpos de marinos muertos. El barco y la tripulación representan la búsqueda de las ciencias positivistas para entender todo lo que existe en el mundo a través de observación científica. El mar misterioso triunfa sobre los esfuerzos de los hombres. Insinúa que el positivismo es demasiado limitado para entender las complejidades de la naturaleza.     
(Fuente: http://blogs.dickinson.edu/archive/?p=6533)

La Ilíada narra la larga lucha que tiene lugar entre los griegos y los troyanos tras el rapto/fuga de Helena. 
Las descripciones que Homero hace de la guerra son muy vívidas, tanto que llegan a agobiarnos:
Así diciendo, hizo el disparo, 
y el dardo lo enderezó Atenea
a la nariz, al lado de un ojo, 
y le atravesó los blancos dientes.
Y el implacable bronce le cortó
la raíz de la lengua, y la punta 
de la lanza salió fuera, al lado
de la parte más baja del mentón.

La Ilíada contiene de muertes similares: el cuerpo de un hombre que acabaos de conocer ha sido desgarrado, sus entrañas se esparcen mientras cae, arañando el polvo "y la oscuridad se arremolina densa a través de sus ojos". 
Aquiles tal vez sea el guerrero sin comparación entre los griegos, pero, como pasa la mayor parte del poema fuera de escena alimentando el rencor en su tienda, no es el máximo héroe de la Ilíada. Este papel queda reservado para Héctor el "domador de caballos", hijo del rey Príamo y de la reina Hécuba, hermano de Paris; el hombre que apenas sin ayuda alienta a las tropas troyanas con su espíritu de lucha sin olvidar nunca que su destino es morir en las llanuras de Troya, dejando abandonada a su esposa Andrómaca y a su hijo Astianacte.
El Héctor de Homero, a pesar de ser "un león impaciente por combatir" es un sujeto mucho más complejo que sus principales adversarios; detrás de la fachada belicosa hay un hombre de temperamento dulce, como lo llama Helena, y, al final, no será rival para Aquiles.
Héctor se aleja un momento de la batalla para tener el que sospecha será su último encuentro con " mi querida esposa y mi hijito pequeño". Homero en esta reunión familiar se permite una ternura verbal que raramente se encuentra en su poema dice que Héctor "dirigióle al niño una mirada y se sonrió en silencio". El silencio es importante, pues Héctor no es un hombre efusivo.
Al querer abrazar al niño, este se asusta de su propio padre revestido con la armadura:
aterrado ante el bronce y el penacho
de crines de caballo,
que tremendo veía
pender de lo más alto de su yelmo.
Echáronse a reír 
su padre y también su augusta madre. 
Y al punto, se quitó de la cabeza 
el glorioso Héctor
su yelmo y, reluciente, 
en el suelo lo puso:
y él, entonces, a su hijo querido,
después de darle un beso
y meterle en sus brazos,
dijo a Zeus suplicando
y al resto de los dioses:
¡Zeus y demás dioses!, 
concededme ahora mismo
que este mi niño sea
como yo fuera otrora, justamente,
señalado entre todos los troyanos
y, como yo, esforzado,
y que reine en Ilión con poderío.
¡Y ojalá que un buen día diga alguien:
"mucho más bravo es este
que su padre incluso"!

Esta escena, que Homero remata diciendo por boca de Héctor que "ningún varón existe que su propio destino haya esquivado, lo mismo da cobarde que valiente, desde el primer momento de su vida" al tiempo que regresa a la batalla es única en la Ilíada y probablemente la primera vez que aparece reflejado en la literatura el lazo de afecto de una pareja más allá de la exaltación sexual, hasta tal punto que algunos la consideran como un adelanto del amor romántico que no llegaría a la literatura hasta la tradición cortesana. 
Héctor muere a manos de Aquiles y su cuerpo es arrastrado por este hasta que Príamo le suplica que le deje honrar a su hijo y son precisamente los ritos funerarios en honor a Héctor los que cierran la Ilíada, es su nombre, el que aparece en el último verso:
Y,, arena derramando,
el túmulo erigieron:
después de eso volvíanse a sus casas; 
y luego, reunidos, celebraban
un glorioso banquete, cual conviene, 
en la morada de Príamo, el rey
que de la estirpe del dios procede.
Así ellos las exequias celebraban, 
de Héctor el domador de caballos.

EL JUICIO DE PARIS

Zeus, quien controlaba la lluvia y las nubes y sostenía en la mano el terrible rayo, era el Señor del cielo y el más poderoso de los dioses, aunque no era el más viejo. Él y otros once olímpicos -los dioses y las diosas que habitaban en el paraíso en la cima del monte Olimpo, la montaña más alta de Grecia- habían sido precedidos en el reino por los antiguos dioses, los titanes, a quienes destronaron. Los titanes habían sido engendrados por el Padre Cielo y la Madre Tierra, quienes existían antes que cualquier otro dios, y emergieron del Caos primordial cuyos hijos, Oscuridad y Muerte, concibieron a la Luz y al Amor (así la Noche es la madre del Día), haciendo posible la llegada del Cielo y la Tierra.
Zeus, hijo del depuesto titán Cronos, vivía en un enamoramiento perpetuo, por lo que cortejaba y a menudo violaba hermosas mujeres, tanto inmortales como mortales, quienes concebirían dioses y semidioses; esto complicaría considerablemente las relaciones familiares en el Olimpo. Hera, esposa y hermana de Zeus, vivía además perpetuamente celosa, en intrigas permanentes para derrotar una rival después de otra e imponerles crueles castigos. Pero todas las diosas, incluso las vírgenes, eran propensas a los celos; y fue esta debilidad la que contribuyó a que estallara la Guerra de Troya; guerra que empezó, como la tentación de Eva en el Paraíso, con una manzana.
Había una diosa, Eris, que no pertenecía al panteón del Olimpo, y a quien los dioses solían dejar por fuera de sus maravillosas celebraciones, pues era el Espíritu de la discordia. Fiel a su naturaleza, cuando descubrió que no había sido invitada a al boda del rey Peleo con la ninfa Tetis, arrojó hacia el vestíbulo del Olimpo, donde se celebraba el banquete, una manzana con dos palabras escritas encima: tei kallistei (para la más hermosa). Todas las diosas quisieron reclamarla, pero al final quedaron sólo las tres más poderosas para disputarse la manzana: Hera, la diosa con los ojos de vaca, Atenea, la diosa de la guerra -quien brotó de la cabeza de Zaus-y Afrodita, a quien los romanos llamaron Venus, la sonriente e irresistible diosa del Amor, nacida de las espumas del mar.
Zeus rehusó sabiamente ser el juez de este concurso de belleza pero recomendó a Paris, príncipe de Troya, quien había sido desterrado como pastor al monte Ida; su padre, el rey Príamo, había recibido el oráculo de que un día su hijo sería la ruina de Troya. Paris, afirmó Zeus, era reconocido como versado juez de la belleza femenina (y de nada más, debió haber añadido). Las tres diosas no perdieron tiempo en aparecerse ante el desconcertado príncipe pastor y ofrecerle cada una algún tipo de soborno: Hera le prometía convertirlo en señor de Eurasia, Atenea lo haría victorioso en la guerra contra los griegos, Afrodita le daría la mujer más hermosa del mundo. Paris se decidió por Afrodita, quien le dio a Helena, hija de Zeus y de la mortal Leda.
Pero había una pequeña complicación: Helena estaba casada con Menelao, rey de Esparta y hermano de Agamenón de Micenas, el más poderoso rey de Grecia. Pero, con la ayuda de Afrodita, Paris consiguió sacar a Helena de la casa, mientras Menelao estaba ausente, y llevarla a Troya. Cuando Menelao regresó y descubrió lo que había sucedido, buscó la ayuda de todos los jefes griegos, quienes previamente habían prestado juramento para respaldar los derechos de Menelao como esposo en caso de ocurrir una cosa semejante. Sólo dos se mostraron reacios: el astuto y realista Odiseo, rey de Ítaca, quien amaba tanto su hogar y su familia que tuvieron que engañarlo para que se uniera a la aventura; y el más grandioso guerrero de Grecia, Aquiles, cuya madre, la ninfa Tetis, sabía que él moriría si partía había Troya. Aquiles decidió unirse finalmente a los ejércitos griegos, ya que estaba predestinado a escoger una victoria gloriosa en la batalla ante una larga vida privado de honor. Entonces las numerosas naves de los reyes griegos, cada embarcación con más de cincuenta hombres, zarparon hacia Troya en persecución de un rostro, el rostro de Helena, y que en las poderosas palabras de Marlowe fue "el rostro que lanzó al mar miles de naves"
Fuente: Thomas Cahill





“Dafne a medias”

UN MISERABLE NÁUFRAGO
Se aleja el Continente con bruma hacia más brumas,
Y es ya rincón y runa, derrumbe repetido,
Rumores de cadenas chirriando entre lodos.
Adiós, adiós, Europa, te me vas de mi alma,
De mi cuerpo cansado, de mi chaqueta vieja.
El vapor se fue a pique bajo un mar implacable.
A la vez que las ratas huí de la derrota.
Entre las maravillas del pretérito ilustre
Perdéis ese futuro sin vosotros futuro,
Gentes de tanta Historia que ya se os escapa
De vuestras manos torpes, ateridas, inútiles.
Yo no quiero anularme soñando en un vacío
Que llenen las nostalgias. Ay, sálvese el que pueda
Contra el destino. Gracias, orilla salvadora
Que me acoges, me secas, me vistes y me nutres.
En hombros me levantas, nuevo mundo inocente,
Para dejarme arriba. Y si tuya es la cúspide,
Con tu gloria de estío quisiera confundirme,
Y sin pasado exánime participar del bosque,
Ser tronco y rama y flor de un laurel arraigado.
América, mi savia: ¿nunca llegaré a ser?
Apresúrame, please, esta metamorfosis.
Mis cabellos se mueven con susurros de hojas.
Mi brazo vegetal concluye en mano humana.
                                     Jorge Guillén. Clamor, Maremagnum, 1957


En Maremágnum Jorge Guillén se enfrenta críticamente con los aspectos más conflictivos de nuestro mundo. Tras la experiencia de la guerra civil, desde el exilio, el poeta sigue atentamente la trayectoria de los totalitarismos europeos y denuncia una y otra vez la opresión, la violencia y el terrorismo de la dictaduras. El poeta parece huir de Europa como Dafne de Apolo
Un gancho celeste (un invento imaginario para la fijación en el cielo)puede ser también una creación del todo independiente de la evolución folclórica convergente. Sería magnífico disponer de ganchos celestes lo suficientemente grandes como para alzar objetos pesados en circunstancias difíciles y acelerar todo tipo de proyectos. Es triste decirlo, pero son imposibles.
Sin embargo, disponemos de grúas. Las grúas pueden hacer el trabajo de elevación que harían nuestros imaginarios ganchos celestes y lo harían de una manera honesta, sin hacerse de rogar. Sin embargo, son costosas. Deben ser diseñadas y construidas con las piezas disponibles y fijadas sobre una base firme de terreno escogido. Los ganchos celestes son elevadores milagrosos, no soportados e insoportables. Las grúas no son menos excelentes que los elevadores y tienen la ventaja de ser reales. Cualquiera que sea, como yo, un observador de las construcciones en marcha habrán notado con alguna satisfacción que a veces se utiliza una grúa pequeña para emplazar una grúa grande. Y debe haber ocurrido a muchos observadores que, en principio, esta grúa grande puede ser utilizada para poner en situación o acelerar el montaje de una grúa aún más grande. La utilización de grúas en batería es una táctica que raras veces se emplea en los proyectos de construcción del mundo real, pero en principio no hay límites para el número de grúas que pueden disponerse en serie para cumplir algún objetivo. [...]






Un gancho celeste es la fuerza, el poder o el proceso de una "primera mente", una excepción al principio de que todo diseño, o aparentemente diseño, es, en último término, el resultado de una actividad mecánica no inteligente y sin motivo. Una grúa, por el contrario, es un subproceso o una característica especial de un proceso de diseño que puede demostrarse que permite la aceleración local del proceso básico y lento de la selección natural, y que igualmente puede demostrarse que es, por sí mismo, el producto predecible del proceso básico. [...]
Hoy día se admite, en general, entre los teóricos de la evolución, que el sexo es una grúa. Es decir, las especies que se reproducen sexualmente pueden moverse a través del espacio del diseño con mucha mayor velocidad que la que puede ser conseguida por los organismos que se reproducen asexualmente. Por otra parte, estas especies pueden "discernir" mejoras en el diseño a lo largo del camino de la evolución, las cuales son "invisibles" a los organismso que se reproducen de manera asexuada. 

EL BARROCO

ITALIA ESPAÑA Y PAÍSES BAJOS INGLATERRA